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Viernes, 22 de julio de 2022

Hepatitis en la infancia

hepatitis

Hepatitis significa inflamación del hígado. El hígado es un órgano que se sitúa debajo del pulmón derecho y está protegido por las costillas. Podríamos decir que es  el laboratorio del cuerpo donde se depuran de muchas sustancias y se fabrican otras.
Si el hígado se inflama no puede realizar correctamente sus funciones y esto puede provocar síntomas, que dependerán del grado y tipo de inflamación, aunque no son raras las formas asintomáticas y que sólo se detectan de manera casual por un análisis de sangre.
En función de la duración de la hepatitis, se clasifican en agudas (si duran menos de 6 meses), y crónicas (si duran más de 6 meses).
La causa más frecuente de las hepatitis en la infancia es infecciosa, y generalmente de origen vírico. Gran número de estos gérmenes pueden dar lugar a alteraciones hepáticas transitorias y sin ninguna importancia. Los virus más característicos de hepatitis son los llamados virus A, virus B y virus C.

  • La hepatitis A ha sido antiguamente en España la hepatitis más frecuente en chavales y adolescentes. Es de trasmisión fecal-oral y puede pasar desapercibida; aunque cuando en los más pequeños da síntomas produce ictericia (color amarillo de la piel), deposiciones pálidas y orina oscura, dolor abdominal en la zona del hígado y fiebre. Generalmente cura completamente al cabo unas semanas y no deja ninguna secuela. En la actualidad han disminuido los casos de hepatitis A en España, debido fundamentalmente a la mejoría de las condiciones socio-sanitarias e higiénicas.
  • La hepatitis B es una enfermedad que se transmite a través de los fluidos corporales, generalmente a través del semen (enfermedad de transmisión sexual), transmisión de madre a hijo en el embarazo o el parto y también por contacto sangre-sangre. Con mucha frecuencia se pasa sin sintomatología llamativa, pero el virus de la hepatitis B tiene tendencia a permanecer dentro del organismo (10%), dando lugar en ocasiones a alteraciones del hígado persistentes (hepatitis crónica) y favoreciendo la aparición de cáncer de hígado. Además, las personas portadoras del virus, aún no teniendo hepatitis en ese momento, son una fuente de contagio para los demás. En los niños contagiados perinatalmente, la tendencia a la infección crónica es especialmente alta.
  • La hepatitis C se transmite principalmente por contacto sangre-sangre (transfusiones sanguíneas o por compartir jeringuillas entre adictos a drogas administradas por vía intravenosa), pero rara vez por vía sexual o por transmisión de madre al feto. No obstante, en la mayor parte de los casos de niños, niñas y adolescentes con hepatitis C no se puede identificar cuál ha sido la forma de contagio. Este tipo de hepatitis vírica se suele hacer crónica (50%), siguiendo frecuentemente un curso en forma de brotes o reactivaciones sucesivas.
  • Otras formas menos habituales, especialmente en la infancia, son la hepatitis D (o delta), de transmisión sanguínea y que sólo afecta a los que ya sufren una hepatitis por virus B, agravando su evolución, y la hepatitis E, que se contagia como la provocada por el virus A (vía fecal-oral) y que no suele cronificarse.

Fuera de las causas infecciosas, es conveniente tener presente que el hígado puede también resultar inflamado por determinados fármacos (hepatitis medicamentosas) o por sustancias como el alcohol (hepatitis tóxicas).

¿Cómo se detecta?

Los síntomas clásicos son: fiebre, ictericia (piel de tonalidad amarilla), con orina oscura y heces pálidas, náuseas, dolor abdominal, malestar e inapetencia, a veces también dolores en las articulaciones e incluso erupción en la piel. Pero estas manifestaciones no siempre están presentes.
El médico podrá detectar, palpando el abdomen del enfermo, el posible aumento del tamaño del hígado (hepatomegalia) y a veces también del bazo (esplenomegalia).
En la analítica habitual de sangre se observa aumento de las transaminasas, que indica inflamación hepática, y aumento también de la bilirrubina. Para conocer la causa exacta de la hepatitis necesitamos realizar serología sanguínea (determinación de anticuerpos contra los diferentes virus).

¿Cómo se trata?

Las hepatitis víricas no tienen un tratamiento específico eficaz, salvo en el caso de la hepatitis C. 
Se debe evitar sustancias que podrían dañar a un hígado inflamado, como ciertos medicamentos (paracetamol) y sustancias como el alcohol. No es tampoco necesario llevar ningún tipo de dieta estricta, y es que además es frecuente la inapetencia, sobre todo al principio de la enfermedad.

¿Cómo prevenirla?

El mejor método para la prevención de la hepatitis A es un adecuado control sanitario (fuentes del agua para consumo y preparación de los alimentos) y la higiene (especialmente el lavado de manos después de cambiar el pañal en escuelas infantiles y en domicilio). Existe una vacuna eficaz comercializada en nuestro país, pero solo se indica en algunos grupos de riesgo, como contactos domiciliarios de enfermos, enfermos crónicos del hígado, varones homosexuales, viajeros a zonas endémicas (niños inmigrantes que vuelven de vacaciones a sus países de origen), etc.
La vacunación universal contra la hepatitis B, implantada desde hace algunos años en España en la población infantil ha provocado la práctica desaparición de nuevos casos en en esta etapa de la vida. Otra medida de control, implantada también en nuestro territorio, es realizar análisis en el embarazado para detectar a las madres portadoras del virus B y, en este caso, reforzar el tratamiento preventivo del neonato administrándole gammaglobulina específica, además de la vacuna al nacer.
En el caso de la hepatitis C, no existe por el momento una vacuna eficaz. Las medidas preventivas consisten en el control de los productos sanguíneos empleados en las transfusiones (como también en los casos de la hepatitis B y el sida) y en recomendar, en los adultos, no compartir nunca jeringas y practicar "sexo seguro" mediante el uso correcto del preservativo. 

¿Cuándo puede ir su hijo a la escuela infantil o al colegio?

Los niños afectados de hepatitis A, y con más razón los que necesiten pañales, no deben acudir a la escuela infantil o colegio hasta una semana después del inicio de la enfermedad, y además se deberá informar rápidamente del diagnóstico, para que se pueda valorar la necesidad de medidas preventivas complementarias para otros niños asistentes al centro y para los cuidadores adultos.
En el caso de las hepatitis B y C no debe establecerse ningún límite en el acceso a colegios y escuelas infantiles, salvo casos excepcionales (conducta anormalmente agresiva -por peligro de mordeduras-, heridas sangrantes, etc.).
Las hepatitis no infecciosas (tóxicas, medicamentosas, etc.) no resultan contagiosas y no precisan, por tanto, de medidas de control relacionadas con la asistencia escuela o el contacto con otras personas.

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